Los cubos de basura


Madrid es una manada de antílopes que abreva cada día en un río de whisky y yo soy el antílope que no pudo seguir el fuego de la manada.

Soy la que no pudo resistir el jueves mordiendo al viernes, el seis aplastando a los sietes, las rosas escupiendo decibelios a las hortensias.

Soy la que se rindió, la que ya no sentía la ternura del viento, la que se ha parado.

Soy la que despidió al futuro con una sábana blanca y se puso a pintar en los cubos de basura.

Es lo que hago. Dejo mi cerebro en el horno para que se cocinen las palabras y con un rotulador las pinto en los cubos de basura.

En otro tiempo quise ser una escritora grande de libros grandes y librerías grandes, y ahora soy una escritora pequeña que pinta frases pequeñas en los pequeños cubos de basura.

En otro tiempo perseguía el chacal azul de la gloria y ahora solo busco tinta para los cubos de basura.

Soñaba el rojo cenital de los premios y ahora me basta el gris ratonado de los cubos de basura.

Y es que los cubos de basura me recuerdan a mí. Cada vez que abro la tapa y miro las espinas recuerdo los peces que nunca he tenido.

Miro las mondas y recuerdo las naranjas que nunca he logrado.

Miro las botellas vacías y recuerdo la plenitud de la que nunca supe.

Miro los bricks, las bragas, los chalecos, los cuadernos, las linternas rotas, las compresas, las cáscaras, y recuerdo el inmenso cubo de basura que soy, el inacabable cementerio de todas las personas que pude ser y no he sido, el contenedor de sueños de mis padres que no supe cumplir ni he querido.

Porque no valgo. No he valido para roble vasco ni para acacia española, no he valido para cristiana, no he valido para partir el cuello a los ganados ni para levantar los tabiques de un apellido, no he valido para hacer mellizos al dinero.

Soy la persona que no sirve, la que no sabe leer las isobaras, la arruga insistente, la sin código de barras.

Madrid es un enjambre de abejas borrachas que liban en flores de pétalos fruncidos y yo soy la abeja que nunca logró el polen suficiente.

Soy la que cayó al suelo y maldijo a la miel, la que huyó de la colmena, la que blasfemó contra vuestra obligación de fruto.

Soy la que se despidió de los grandes bazares de los números repetidos y se puso a pintar en los cubos de basura.

Es lo que hago. Otros escritores pintan en las zonas centelleantes de la ciudad y yo pinto en los cubos de basura.

Otros se adornan con photoshop y cuatricomía y yo escribo en el blanco y negro de los cubos de basura.

Otros publican sus anuncios en Bodoni o Verdana y yo me basto con la caligrafía imperfecta de mis manos.

Otros se suben a una tarima para proclamar el triunfo de la mercancía y yo tengo que agacharme para pintar en los cubos de basura.

Otros crean belleza que se convierte en basura y yo trato de convertir la basura en belleza.

Otros anuncian protegidos por la policía
y yo soy la ilegal que susurra desde los cubos de basura,
la arlequina de las erratas en los cubos de basura,
la bufona de la mala letra
en los cubos de basura.