JAMÁS PODRÉIS con ella, igual que nada se puede contra la melena de los caballos o la hoja traviesa de los tréboles: no se puede destruir a la rebeldía ni a la muerte, te lo aseguro. Y aunque algunos creáis que murió para siempre, solo duerme: espera una señal como una carta arrojada a un buzón naranja. No sé. Cuando suene su hora, la conoceréis por sus actos. Cambiará los relojes. Hará estallar los huevos que incuba el basilisco. Acabará con el amianto de los usureros. Apagará las estrellas falsas del carcinoma. Y cuando llegue su triunfo, la gente bailará. Sí. Porque es la rebeldía como la danza, que no se entiende hasta que no te toca y no te mueve y no te zarandea.