Iguanas y metralletas...


¡IGUANAS Y METRALLETAS! Recuerdo los años capicúas del trompo y el cerbateno, las oblicuas horas ausentes de pétalos en que buscaba el espacio cóncavo de las explanadas, siempre estaba sola, mi rostro no era mío, nunca comía de vuestra mano, todo estaba recién herido, ningún girasol miraba al cielo buscando un balón de fuego, yo era imperfecta e inacabada como una ruina cartaginesa. De esa orfandad nacieron mis quince máscaras; ya entonces me cansaban los centros y las tenazas; odiaba los triángulos equiláteros y preparaba mi ego definitivo: quería ser la vergüenza de mi madre, la deshonra de la familia y la traición a mi patria: ¡la traición permanente a mi patria de tierra y a mi patria de agua, la traición a mis amigos, el odio a los decentes, el odio a la Gran Ballena! Sobre todo te odio a ti, poesía: no sabes lo que desprecio tu gusto por los pesos y las medidas, tu amor por las frases con melena de piano, la pasión que te profesan las muchachas de labios de jirafa, la forma en que hablan de ti los que hacen colecciones de mariposas; desde pequeña soñaba con poner un cactus con detonador en el medio del idioma; soñaba con colocar un gran gusano verde en la gramática; quería condenar a remar con escobas a los profesores de literatura. ¡Sí, les arrancaré las alas a las palabras bonitas! ¡Lanzaré piedras a los adjetivos definitivos! ¡Pondré botulina en los vasos de los académicos! ¡Y firmaré con nombres largos y confusos para hacer imposible mi memoria! ¡Maricropluhyfrm! ¡Trugldjneosuydpk! ¡Grojhdftsmdlova! ¡Crustawnvvcswuty! ¡Mamarrakliydtfgsfhgryratrsedñdjubc!