FUERON MÍAS las palabras que ahora pronuncias y míos los pensamientos que ahora luces como tuyos en esta ciudad rendida a tu champán y simpatía: tú eres el trébol, la gárgola, el presente doblándose como un gato amarillo; mañana tendrás una mansión y un yate; serás archiperfecta y coloreada; acaso te rías del pobre poeta que fue tu pecado de adolescencia. Pero te voy a decir algo a ti que me acusabas de carecer de ambiciones: el ego de los poetas es un ego con telescopio; cuando tú mueras no quedará de ti más que los versos por mí dedicados. Recuerda que las palabras de los poetas revientan los ataúdes: morir para nosotros es comenzar a nacer.