LA COSTRA, el tifus, la cerradura, el horizonte como una geometría de petroleros cargados de gaviotas muertas, la cresta de la noche manchada de sangre amarilla por la aritmética de los meteoros, los opinadores cubiertos de cianuro en las ecuaciones de los diarios, me gustaría que dejarais en paz a las alas no vistas de las tortugas, me gustaría que dejarais de anotar en vuestras libretas de sabios los granos de arena que tocan a cada camello, dejad de contar el número de ciervos de trapo que puede matar con una garra atada a la espalda un tigre de plástico, estoy cansado de las cuentas exactas de los relojes, cansado de la simetría de los espejos, harto de la ciencia de doble forro que impide dormir a las hijas de las amapolas, desearía olvidar que la escritura nació en Mesopotamia como una rama de la economía, desearía olvidar que en las bibliotecas de Madrid ni los perros mejor adiestrados encuentran la sección de poesía, ojalá os arda vuestra lindísima cabellera demasiado peinada de logaritmos, ojalá os muerda en el centro del páncreas una mosca con boca de cocodrilo, ojalá os tropecéis con el número ocho y os caigáis por las escaleras, me hace daño el colesterol de vuestra presencia, me hace daño el tintineo de vuestro dinero, oléis a dinero, vuestra voz suena a dinero, vuestro pulmón suena, vuestro hígado suena, vuestro corazón lleno de pelos, a dinero!